Un domingo cualquiera, me cogisteis de la mano y me invitasteis a dejarme llevar.
Dimos un paseo alrededor del embalse, disfrutando de los primeros días del otoño, en los que el sol calienta nuestras caras, a la vez que la suave brisa nos refresca y nos invita a escuchar el sonido de las hojas al caer de los árboles.
El paisaje nos regala una mezcla de colores, verdes, amarillos, naranjas y rojos. Los fresnos, chopos y robles, parecen que están pintados de acuarela. Así da gusto perderse un domingo cualquiera.
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